El comienzo del texto dice que para viajar a Argentina se
TEXTO
INMIGRACIÓN A LA ARGENTINA
Tomada la decisión, se emprende la
travesía. Primero, por las oficinas que otorgan
el permiso de embarque. No viajaba el que
quería, sino el que conseguía la autorización
imprescindible para embarcar. A aquellos
inmigrantes se les exigió: 1- ser
preferentemente europeos; 2- ser
de sana y robusta constitución, exenta de
enfermedades y malformaciones que alteraran
su capacidad presente o futura de trabajar; 3-
asegurar que no venían a practicar la
mendicidad, y la mujer adulta, a ejercer la
prostitución; 4- declarar su religión; 5- viajar
en segunda o tercera clase; 6- residir en zonas
determinadas.
Un defecto físico podía impedir la salida
de un viajero, como fue el caso de una
asturiana hacia América: “Cuando tenían todo
arreglado para viajar, y ya no había retorno, el
cónsul argentino se puso meticuloso con la
visa. Despachaba a cientos de asturianos por
hora y se daba el lujo de poner objeciones
ridículas. Eran tan ridículas que parecía el cebo
de alguna coima. El cónsul detectó un dedo
mocho en la mano izquierda de Valentina y
decretó que esa lesión la hacía inútil para el
trabajo, y por tanto inviable para emigrar. Sin
dinero, sin tiempo y sin chances, Marcial
recurrió a su prima, que era cocinera del
Gobernador, y este fue magnánimo y
ejecutivo. El cónsul reculó y firmó los papeles
a regañadientes, y el buque de carga Entre
Ríos los llevó a la otra orilla del mundo”
escribe Jorge Fernández Díaz en un periódico.
María Rosa Lojo evoca la partida de su
padre en Mínima autobiografía de una
exiliada hija: “Antonio Lojo Ventoso, su
padre, era uno de esos exiliados. Para él ya
había pasado lo peor: el riesgo de
fusilamiento, la cárcel, la “redención de penas
por el trabajo”. Cedió a un hermano sus
derechos sobre las fincas que le tocaban, hizo
las valijas y cruzó el océano. Dejaba
inmediatamente truncados los estudios que
había iniciado cuando el mundo era otro, el
sueño de convertirse en oficial de la Marina de
la República. Dejaba negocios equivocados y
proyectos irrealizables. Dejaba también
(aunque de eso me enteré después de su
muerte: era un hombre pudoroso) una cierta
reputación juvenil de “mala cabeza”, y de
play-boy coruñés, que fascinaba a las
muchachitas y escandalizaba a sus madres.
Dejaba una España que para sus ojos había
retrocedido siglos en el tiempo, donde no
cabía la dimensión de su deseo. El futuro
estaba afuera. Había resuelto que en las
nuevas tierras haría otra cosa, y sería, casi
otra persona.
“A los emigrantes de alguna manera, los
acompañaba la esperanza, aún teñida del
dolor de dejar atrás pasado, historia, familia,
amigos, afectos y recuerdos” escribe Silvia
Fesquet en La Tierra de uno. “El dolor no era
poco, pero el equipaje que cargaban -liviano,
muy liviano estaba amarrado con sueños,
ilusiones y mucha esperanza: la de encontrar
amparo o un destino mejor, la de volver a esa
tierra que, por razones distintas, ahora los
expulsaba”.
Texto adaptado de:
http://argentinauniversal.info
UECE 2021.1 - QUESTÃO 78
El comienzo del texto dice que para viajar a Argentina se
A) necesitaba presentar un permiso.
B) aguardaba en una cola larguísima.
C) esperaba la visita de un oficinista.
D) bastaba tomar la decisión.
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GABARITO:
A) necesitaba presentar un permiso.
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