Según el texto se puede afirmar que
HUIR AL LUGAR DEL QUE HUISTE.
¿UN NUEVO ORDEN MIGRATORIO?
En la era de la inmovilidad, el estigma más obvio lo carga el que se mueve. El migrante es la encarnación del movimiento, de todo eso que nos dicen que ahora no se puede hacer. Su protección debería ser más urgente que nunca en plena crisis sanitaria, pero ya hay indicios de que perderán más derechos. Es el estigma duplicado: ser extranjero fuera y en casa.
El refugio se ha urbanizado: dos de cada tres desplazados internos, por ejemplo, viven en zonas urbanas o semiurbanas. Justo donde el coronavirus está haciendo más daño: en las ciudades.
En un mundo de confinamientos por la pandemia, muchos de los que migran están a la vez dentro y fuera del sistema: bajo estado de excepción según el país, pero sin documentos o protección. Esta es la paradojamás inmediata sobre la que se construye el nuevo atlas de las migraciones: personas señaladas, sujetas a la discriminación y al castigo del Estado, a la vez que invisibles para el sistema en cuanto a sus derechos.
Por eso en países como España —donde hay un gobierno que se define como progresista— hay organizaciones que están pidiendo una regularización de todas las personas migrantes y refugiadas, de momento sin éxito.
Los migrantes llevan a cabo tareas esenciales en muchos países —resignificadas durante la pandemia, porque no se pueden hacer mediante teletrabajo—, como el cuidado de los mayores, la limpieza o el trabajo en el campo, a veces de forma irregular. Para algunos gobiernos no ha bastado el criterio humanitario para protegerlos, regularizarlos o que trabajen de forma legal en medio de una pandemia. Tampoco se ha resuelto el acceso a la salud pública.
La erosión del derecho al asilo está en marcha. Los movimientos de población están bajo sospecha. Hay que articular una respuesta política: más formas legales de migrar para desactivar rutas de la muerte como la del mar Mediterráneo, acceso a la salud y al trabajo, más imaginación en la protección internacional —no solo confiar en el asilo, sino en visados y otras fórmulas— y más reasentamientos en Occidente de personas refugiadas, la mayoría de las cuales está en países pobres. En la era del miedo sanitario, estas ideas deben lograr una nueva vigencia.
Todo esto, quizá, puede ser revertido: pensando que quien se mueve tiene que estar integrado en la salud pública, al margen de los motivos de su huida. O pensando que cruzar mares y muros no es seguro para nadie, ahora que la seguridad está en boca de todos: que se puede hacer de forma legal y ordenada. Quien no se sienta conmovido por el factor humano puede recurrir al planteamiento egoísta: proteger a estas personas es proteger a todos.
La ansiedad identitaria —los inmigrantes borrarán nuestra cultura— y la económica —los inmigrantes nos robarán el trabajo— han sido explotadas por el poder hasta el cansancio durante décadas. La salud tiene otra categoría: no es ansiedad, es miedo, más inflamable y manipulable. ¿Qué haremos con ese miedo? Quién sabe. El nuevo orden migratorio —o desorden migratorio— nacerá de esa gestión emocional.
Texto adaptado, de Agus Morales, publicado en The New York Time, el 19/06/2020
PUC RJ 2021 - QUESTÃO 15
Según el texto se puede afirmar que
A) un nuevo orden migratorio podrá surgir a partir del modo como las personas gestionen sus emociones.
B) el derecho al asilo se fortalece como una respuesta determinante en los países de gobiernos progresistas.
C) una renovadora y amplia política de legalización de visados a los extranjeros está en marcha en Occidente.
D) la desactivación de las rutas migratorias en el mar Mediterráneo nació de la imaginación internacional.
QUESTÃO ANTERIOR:
- El pronombre los en “Para algunos gobiernos no ha bastado el criterio humanitario para protegerlos
GABARITO:
A) un nuevo orden migratorio podrá surgir a partir del modo como las personas gestionen sus emociones.
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